OLAS (1º PREMIO RELATO CORTO - I CERTAMEN LITERARIO AIFE)





RELATO CORTO:


1º PREMIO

OBRA: OLAS
AUTOR: AITOR RUIZ DE AZÚA MARCOS



OLAS

Gracias, de verdad, muchas gracias a todos. Agradezco a los

voluntarios de la Fundación Deseo  que me haya traído hasta aquí,

junto al mar.

Me queda poco, unas horas, unos minutos, quien sabe... pero ya estoy

aquí, donde quería. Viendo el mar, inmenso, poderoso. Oliendo y

sintiendo el salitre y la arena; y esa paz que transmite el continuo sonido

de las olas rompiendo en la orilla. Una tras otra. Sin cesar. Habrán sido

cientos de ellas las que he escuchado desde que llegamos hace no más

de media hora. Todas diferentes, inadvertidas, anónimas y sin embargo,

maravillosas. ¿De dónde vienen? ¿Dónde nacieron? ¿Qué habrán

visto?. No hablan. No dicen nada. Simplemente llegan. Mueren. El

estruendo de unas, se apaga tras unos segundos, o se mezcla con el de

las siguientes, quizá impacientes por llegar a la orilla. Enigmáticas, nos

invitan a pensar qué recorrido habrán realizado hasta llegar aquí. ¿Qué

habrán visto?. Si tenían prisa por llegar o están en la orilla por error, si

son jóvenes o centenarias. Si han vivido miles de historias o ninguna…

Pienso esto desde la certeza de que este será el último recuerdo, si se

puede hablar de recuerdos a estas alturas, que me lleve conmigo.

Desde la paz que me da saber que me he despedido de la gente que

me quiere y que quiero, y a los que he pedido que, me hagan el favor de

no sentirse tristes. Yo no lo estoy. He vivido más años de los que

hubiese imaginado, más años que los que vivieron mis padres. Más

años que otra gente cercana, querida, y a los que vi morir. Siento que

he vivido lo suficiente, o no, quién sabe.

Y pienso en mí como en una de esas olas que escucho morir en a la

orilla, con mi historia particular, diferente, inadvertida, anónima y sin

embargo, maravillosa. O eso al menos pienso yo. Pienso en lo vivido,

en mi recorrido, en la gente que he querido. En los que me han querido.

En mis hijos, sobre todo en mis hijos. Y espero que ellos, aprendan,

como yo intenté hacerlo, a vivir. A ser felices. A llegar con calma,

cuando lleguen, a la orilla.

Y espero que vivan. Que no tengan miedo. Que aprendan a no dejarse

llevar por las mareas. Que sean libres. Todo lo libres que puedan.

Que visiten cientos de mares, que no se conformen con la tranquilidad

de los más confortables. Que sepan  sentirse solos en los mares

atestados y que no se sientan solos en los desiertos. Que conozcan las

tempestades y así apreciarán la calma. Que no tengan prisa, que todo

llega.  Que abran los ojos y los oídos. Que piensen antes de abrir la

boca. Que no dejen que nadie se la cierre. Que nadie hable por ellos.

Que no se arrepientan. Nunca. Que aprendan. Siempre. Que aprendan

a ser felices sin necesitar más de lo que tienen. Y que cuando lleguen a

su orilla, sea donde sea, lo hagan con la misma calma con la que hoy yo

me despido de todos. Y que Lleven consigo miles de historias, de

experiencias, seguros de que aprovecharon su tiempo y de que ellos

son, sin duda, una de esas olas. Maravillosas.